1/03/2007

Atención Pueblo PPD !!!

A 100 años de la matanza
de Santa María de Iquique

Rafael Gumucio nos envía una crónica:

Como si fuera hoy.
Nicolás Palacios,
testigo de cargo en la matanza de Santa María de Iquique

"El 21 de diciembre de 2007 recordamos el centenario de la matanza de Santa María de Iquique. A comienzos del siglo pasado, la oligarquía negaba que existiera la llamada “cuestión social”, que sólo estaba reservada para la Francia revolucionaria. Los obreros del vivían a cuerpo de rey, según la casta en el poder, como tampoco, en Chile, había clases privilegiadas. ¡Por qué lo iban a ser los pampinos? Decía el ministro del Interior, Rafael Sotomayor. Según Manuel Rivas Vicuña, el presidente Pedro Montt se relacionaba solamente con gente “bien” y su única visión de los miserables la constituía las visitas al manicomio de la calle Olivas, que él apadrinaba; fue el último mandatario que realizó su campaña vestido de colero.

En 1890 se había desatado, en Chile, por primera vez, una huelga obrera; la siguió la de 1903, en Valparaíso, 1905, en Santiago,1906, en Antofagasta y 1907, en Iquique. En esos tiempos, como hoy, los diarios eran manejados por la casta – El Ferrocarril, El Mercurio, y otros. Afortunadamente, a diferencia de hoy, existía una rica Prensa obrera: el diario El Chileno pertenecía a la iglesia católica, pero gozaba de amplia popularidad por la publicación periódica de novelas en serie, una especie de Corín Tellado, como las actuales telenovelas, (siempre el médico se enamoraba de la enfermera y, venciendo múltiples obstáculos, terminaba casándose con él), era el Diario predilecto de las empleadas domésticas y tenía tanta circulación como El Clarín y La Cuarta actual, además de los Diarios propiamente obreros, como La Batalla, la Patria, En Ácrata, y otros Diarios más. Afortunadamente, el diario El Chileno se atrevió a pedir al escritor Nicolás Palacios que redactara una crónica de la matanza de Santa María de Iquique.

Nicolás Palacios era un crítico del período parlamentario, de tendencia nacionalista y, además, autor de varios libros, entre ellos el más conocido La raza chilena, en el cual ensalzaba al roto pampino, producto, según él, de la mezcla de valientes mapuches con góticos españoles; aunque su tesis era absurda queda, como legado de Nicolás Palacios, el amor y compromiso con los obreros de las salitreras. Palacios trabajó, durante mucho tiempo, como médico de estas Oficinas, lo que lo colocó como un testigo privilegiado de los abusos de los propietarios ingleses, que creían que Chile era algo así como la India.

Acaba de ser reeditada, por Lom, la novela Tarapacá, firmada con el seudónimo de Juan Zola, tomado del famoso autor francés, Emilio Zola, célebre por la novela Germinal y el Yo acuso. Este seudónimo era usado por el periodista popular Osvaldo López, (no confundir, por favor, con el criminal, ladrón y putrefacto Daniel López). Osvaldo López recibió una paliza propinada por los “guardias blancos”, contratadas por los empresarios salitreros. El personaje principal de la novela Tarapacá era un obrero llamado Juan Pérez, un poco andariego y místico, quien nos relata con pasión el viaje del presidente mártir, José Manuel Balmaceda a Iquique, y su discurso contra el monopolio de Thomas North; Juan Pérez organiza una huelga en la Oficina salitrera, llamada Germinal, otra alusión a Emilio. Zola. Los obreros logran ocupar la mina y cortan el telégrafo, evitando que los patrones puedan llamar a la tropa, en su auxilio y, así, los trabajadores salen airosos; termina la novela con el viaje místico de Juan Pérez al altiplano boliviano.

Nicolás Palacios, a petición del diario El Chile, comienza su relato describiendo las miserables condiciones en se encontraban los obreros salitreros: estos eran pagados con fichas y vales de cartón o caucho que, no pocas veces, cuando perdían su validez, (que no pasaba de tres días), eran utilizados en sus juegos por los niños de la pampa; las fichas valían – si lograban que las cambiaran – un 70% de su valor nominal; esta emisión era absurda, pues todo gobierno que se respete debe tener el monopolio de la acuñación de moneda; en esa época, el billete de bancos, todos privados, no era convertible en oro y se devaluaba, rápidamente, con la inflación. Cuenta Luis Emilio Recabarren que el sueldo de los obreros valía un 50%, con respecto al año 1900. La moneda dura era la Libra esterlina, que había bajado de 18 peniques, a siete; esta situación era muy ventajosa para los agricultores y banqueros, endeudados en pesos. Los obreros pedían, solamente, la supresión de las fichas y vales y la libertad de comercio, y se sostuviera el peso en una equivalencia de 18 peniques, por tal razón, a la huelga de Iquique, (1907), se le llamó “la huelga de los 18 peniques.

Cada Oficina tenía una pulpería donde se vendía todo tipo de productos; los pulperos recibían las fichas de los trabajadores vendiéndoles alimentos, cuyo peso era falsificado: por ejemplo, una libra en Iquique, equivalía a media libra en las oficinas, además de productos de muy mala calidad. Los patrones contrataban a guardias, cuya misión era espantar a los vendedores ambulantes que pululaban por la pampa; lo único que pedían los obreros era que se colocase una pesa afuera de la pulpería, para controlar el justo peso.

Los cachuchos –fondos con agua hirviendo – eran utilizados para afinar el caliche y no había día en que un trabajador no cayera dentro de estos fondos; no existían ni medidas de seguridad ni, mucho menos, apoyo patronal a las viudas e hijos, salvo el fondo solidario de las mancomunales; los obreros solicitaban una reja de protección en cada cachucho, para evitar accidentes, además, pedían escuelas para sus hijos, en cada Oficina.

Iquique, a comienzos del siglo XX, era una ciudad de 40.000 habitantes, con construcciones de madera, por lo tanto, de incendios catastróficos. El agua putrefacta, según el profesor Alejandro Venegas -que visitó esta ciudad – era proporcionada por la compañía, perteneciente a Thomas North; en el entorno pululaban los tinterillos, jueces corruptos y de mala muerte y banqueros sinvergüenzas. Los dueños de las salitreras por las calles, en elegantes victorias, siendo señalados por sus víctimas obreras.

Aburridos los trabajadores de tanta tramitación a sus justas demandas, decidieron viajar a Iquique. El Intendente se encontraba en la Capital, por lo que fueron recibidos por el subrogante, Guzmán García, quien los instaló en la Escuela Santa María de Iquique, ubicada en la Plaza Manuel Montt. Según Nicolás Palacios, la conducta de los obreros fue ejemplar: se prohibió la venta de alcohol y no se constató ningún incidente policial, incluso, además de la solidaridad de los gremios de la ciudad y de las instituciones de beneficencia, los ciudadanos regalaron cajetillas de cigarrillos La Africana, a los huelguistas.

La estrategia de los salitreros ingleses era bien conocida: pretextando consultar con la casa matriz, en Londres, prolongaban la huelga para esperar la venida de las tropas y aniquilar, cruentamente, el movimiento. La vuelta del Intendente, Carlos Eastma y del general Silva Renard, que venían en buque Centeno fue recibida, apoteósicamente, por huelguistas, que aún creían que el gobierno era capaz de resolver el conflicto a su favor, pero fueron completamente defraudados: el Intendente se puso a favor de los ingleses, pues traía órdenes perentorias del ministro del Interior, Rafael Sotomayor, de poner fin al conflicto a sangre y fuego. El día 19 de diciembre decretó el Estado de Sitio, sin consultar al Congreso, y el sábado 21 Silva Renard ametralló a los obreros, junto a sus mujeres e hijos. El número de muertos es muy difícil precisarlo – se calcula entre 3.600 y 2.000 – como lo asegura Nicolás Palacios. Los sobrevivientes, que fue un número reducido, fueron conducidos a la playa de Cavancha y, quienes volvieron a la pampa fueron quinteados por los militares: uno de cada cinco era fusilado y lanzado a un hoyo, previamente construido por los pampinos. Algunos de los líderes lograron salvar la vida, como Luis Olea y José Santos Morales, quienes huyeron a Bolivia y, desde ahí, dieron testimonio de la matanza.

La Escuela Santa María fue un símbolo de internacionalismo con nuestros vecinos: los obreros bolivianos, peruanos y argentinos se negaron a abandonar la Escuela y murieron con sus camaradas de clase. ¡Cómo contrasta esta solidaridad con el mediocre chauvinismo del diputado Jorge Tarud!

¿Qué pasó con los personajes de esta masacre?

Pedro Montt: terminó un mediocre y desastroso gobierno, muriendo en Bremen, Alemania. El famoso “resurgimiento” terminó en un fiasco.
Rafael Sotomayor: tipo violento y corrupto, terminó acusado por la sinvergüenzura del crédito a la arruinada Casa Granja, (con múltiples oficinas salitreras, de las cuales era heredero y albacea)
Roberto Silva Renard: fue apuñalado por el anarquista Antonio Ramón y Ramón, en Santiago; salvó con vida, pero murió en Viña del Mar al poco tiempo.
Osvaldo López: después de una golpiza, en Iquique, siguió promoviendo Diarios obreros.
Luis Emilio Racabarren: preparó la obra Ricos y pobres en cien años de Independencia, y fundó el partido comunista.
Arturo Alessandri Palma: interpeló al ex ministro Rafael Sotomayor y, posteriormente, se convirtió en el “León de Tarapacá”.
Arturo del Río: alcalde de Iquique en 1907, se convirtió en gamonal y senador, siendo derrotado por Arturo Alessandri, en 1919".

Rafael Luis Gumucio Rivas

7 Comments:

Blogger fijate.ahora said...

Son 100 años y, al parecer, ya es tiempo de generar nuevas bajas. Si no son balas nacionales, serán internacionales. Nunca tuve partidismos, pero a F.F. los secundaría hasta después de fenecido.

Un placer.

10:05 a. m.  
Anonymous Anónimo said...

Aún en el año de 1973 en la ciudad de Concepción, el regimiento se llamaba Silva Renard y los penquistas decían que era en homenaje al responsable de la matanza en la escuela de Santa María.

Salud.

2:30 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

es bueno que alguien recuerde esa fecha y esa parte tan negra de nuestra historia, por que al parecer solo es recordada en el norte y no por todas las personas

ya saludos

5:09 p. m.  
Blogger puebloppd said...

Estimado Francisco:
El olvido y el perdón son primo-hermanos de la impunidad...

Abrazos rebeldes desde Santiago...
Valeria.

6:28 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

querida valeria que bueno la tranascripciónd e esta crónica de esta historia real de nuasro país:

mi madre cuando era joven conoció a una persona "un abuelo" que vivia cerca de la escuela Santa María y cada vez que se le preguntaba por ella , el relataba la historia y casi no podía terminarla lo que más le impactaba a mi madre era ver a este abuelo llorar porque la sangre de los obreros literalmente corría por las calles ".......era un rio de sangre de gente inocente que murió en la escuela y que salía de la escuela en principio un pequeño chorro que despues se fue acrecentando.......".

yo creo que Chile en muchos sentidos se esta conviertiendo en un gran pulpería?

¿que pasara cuando los "temporeros" quieran revelarse?

lo que se es que quien no les permita a alguien comer bien, tampoco morira bien. lo digo porque creo en la justicia divina

4:36 a. m.  
Blogger puebloppd said...

Estimada Solange:
Tus aportes vienen siempre de tu enorme corazón...Espero que este año que recién comienza venga lleno de bellos regalos para alegrar tu espíritu.
Abrazos grandes para ti querida amiga...
Valeria

4:47 a. m.  
Anonymous Anónimo said...

Gracias querida valeria Dios cada día alegra mi espíritu y los regalos que me da a través de su espíritu son mejores que cualquier otro regalo material.SOY PRIVILEGIADA EN ESE SENTIDO.

Saludos, cariños y un bellísimo año para ti, tu familia y principalmente para tus hijos querida amiga.

7:10 p. m.  

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